Las largas jornadas laborales plantean obstáculos significativos para lograr conciliación efectiva entre vida laboral, familiar y personal

En América Latina predominan las largas jornadas laborales, con un estándar de horas semanales. Un número importante de países de la región establece un límite de horas a la jornada de trabajo semanal (48 horas), el máximo establecido por los convenios de la OIT sobre el tema; varios países disponen una jornada máxima de 44 horas semanales; y solo dos, de 40 horas a la semana.

Las horas normales del trabajo (jornada laboral normal) tienen una fuerte impronta de género y responden a la imagen del trabajador “ideal”, que no tiene responsabilidades familiares porque se asume que de ellas se ocupa otro miembro de la familia. En estas condiciones, el trabajo a tiempo completo (al que se suman muchas veces horas extraordinarias), durante toda la vida y sin interrupciones, es un modelo que supone la inexistencia de responsabilidades familiares, y está siendo crecientemente cuestionado por las generaciones más jóvenes.

En tal sentido, constituyen avances las modificaciones legales adoptadas en 2021 en Colombia, que establecen una reducción gradual de la jornada de 48 a 42 horas semanales; y en Chile, que reducen la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales.

Debido a sus responsabilidades familiares, las mujeres se desempeñan en jornadas laborales más cortas que los hombres. Sin embargo, y a pesar de la “segunda jornada” que les imponen las tareas de cuidado, las jornadas laborales de las mujeres no son mucho más cortas que las de los hombres: en Panamá y El Salvador, la diferencia es de menos de 4 horas a la semana; en tanto en Brasil, Chile y República Dominicana son inferiores a las 5 horas.