La presente edición del informe Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil de la OIT se publica con motivo del vigésimo aniversario de la primera edición. Durante dos decenios, el informe se ha esforzado por proporcionar información oportuna y pertinente sobre cómo les va a los jóvenes en sus esfuerzos por acceder a un trabajo decente. Para ello, ha investigado el dónde, el porqué y el cómo de las vulnerabilidades del mercado de trabajo de los jóvenes, y ha puesto de relieve las medidas e intervenciones en materia de políticas dirigidas a apoyar la creación de empleo juvenil y encaminar eficazmente a los jóvenes hacia un futuro laboral prometedor. Como edición de aniversario, este año Tendencias Mundiales
del Empleo Juvenil echa la vista atrás para recordar lo que se ha conseguido desde los inicios del siglo xxi, al tiempo que mira hacia adelante para ver qué puede deparar el empleo juvenil en una época caracterizada por las crisis y las incertidumbres.
Recuperación tras la COVID-19 y perspectivas del mercado de trabajo para los jóvenes.
Los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo han salido beneficiados durante el periodo de recuperación posterior a la crisis de la COVID-19.
Más de cuatro años después del inicio de la pandemia de COVID-19, las perspectivas del mercado de trabajo han mejorado considerablemente para los jóvenes de 15 a 24 años1. La resiliencia de las tasas de crecimiento económico y el fuerte repunte de la demanda de mano de obra han beneficiado a los
jóvenes que se incorporaron al mercado de trabajo tras la crisis. La tasa mundial de desempleo juvenil, de un 13 por ciento en 2023, se situaba en su nivel más bajo en quince años y, con 64,9 millones de jóvenes desempleados en todo el mundo, el número total de jóvenes sin empleo era también el más bajo
registrado desde el comienzo del milenio. Al mismo tiempo, en 2023 se produjo un repunte de la relación empleo-población juvenil (del 35 por ciento), ya que muchos de los jóvenes que se habían retirado temporalmente de la población activa o se habían quedado desempleados durante la pandemia volvieron a
trabajar (o empezaron a hacerlo por primera vez).
No obstante, la recuperación no ha sido universal, ni desde la perspectiva de la geografía ni desde la perspectiva del género.
Las tasas de desempleo juvenil en 2023 volvieron a sus niveles anteriores a la crisis o se situaron por debajo de ellas en la mayoría de las subregiones, si bien no en todas. Para los jóvenes de los Estados Árabes, Asia Oriental y Asia Sudoriental y el Pacífico, la tasa de desempleo juvenil en 2023 fue superior a la de 2019. Para los Estados Árabes, ello supone una continuación de la tendencia de aumento de las tasas de desempleo juvenil anterior a la crisis de la COVID-19, pero para las dos subregiones asiáticas, el aumento conlleva un cambio de dirección con respecto a los años anteriores a la crisis, cuando las tasas de crecimiento económico —y la consiguiente creación de empleo para los jóvenes— habían sido más sólidas.
Los hombres jóvenes se han beneficiado de la recuperación del mercado de trabajo más que las mujeres jóvenes. En el decenio anterior a la pandemia (2009-2019), la tasa de desempleo juvenil de los hombres jóvenes a nivel mundial fue superior a la de las mujeres jóvenes en una media de 0,7 puntos porcentuales.
Desde el punto álgido de la crisis y hasta 2023, las tasas de desempleo de los hombres y las mujeres jóvenes convergieron (situándose en 2023 en el 12,9 por ciento para las mujeres jóvenes y en el 13 por ciento para los hombres jóvenes). Pero las mujeres jóvenes han experimentado una doble desventaja.
En primer lugar, la tasa de desempleo juvenil aumentó más bruscamente en el caso de las mujeres durante la crisis de la COVID-19, y después, durante el periodo de recuperación, el descenso de la tasa de desempleo juvenil fue menor entre las mujeres.
Buenas noticias sobre las tendencias del desempleo juvenil, aunque menos buenas en relación con las tendencias de los jóvenes que ni estudian, ni trabajan ni reciben formación.
La tendencia a la baja de las tasas de desempleo juvenil en la mayoría de las regiones, aunque no en todas, es una buena noticia. Pero el desempleo no es la única señal de viento en contra del éxito de los jóvenes en el mundo del trabajo.
Solo el 6 por ciento de la población mundial de jóvenes estaba desempleada en 2023, pero una proporción mucho mayor, el 20,4 por ciento, no tenía empleo, ni estudiaba ni recibía formación. Esta perspectiva ofrece una imagen mucho más amplia de la exclusión del mercado de trabajo entre los jóvenes, al tiempo que apunta a algunas oportunidades perdidas en el desarrollo del capital humano.
Los avances en el logro de la meta 8.6 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para reducir la tasa de jóvenes que ni estudian, ni trabajan ni reciben formación han sido desiguales y se han inclinado a favor de las economías avanzadas. El informe revela que uno de cada tres jóvenes del mundo (33 por ciento) vive en un país que «no va por buen camino» en su objetivo de reducir la tasa de jóvenes que ni estudian, ni trabajan ni reciben formación. Lo que resulta especialmente inquietante es que los países en los que se observa un progreso regresivo son los países de ingreso bajo y los situados en subregiones donde las tasas ya se encontraban entre las más altas del mundo (a saber, Estados Árabes, África Septentrional y África Subsahariana).
En el plano mundial, también es preocupante el rostro femenino persistente que tiene el colectivo de jóvenes que ni estudian, ni trabajan ni reciben formación. No solo dos de cada tres jóvenes en esta situación son mujeres, sino que la tasa de jóvenes que ni estudian, ni trabajan ni reciben formación entre las mujeres jóvenes es también más del doble que la de los hombres jóvenes (en 2023 del 28,1 por ciento y el 13,1 por ciento, respectivamente).
Ante los tiempos inciertos que se avecinan, el bienestar de los jóvenes es una preocupación que va en aumento.
De cara al futuro, se espera que la tasa mundial de desempleo juvenil siga disminuyendo en los próximos dos años hasta situarse en el 12,8 por ciento en 2024 y 2025. Aunque se espera que desciendan ligeramente a partir de 2023, se prevé que las tasas de los Estados Árabes, Asia Oriental y Asia Sudoriental y el
Pacífico se mantengan por encima de sus niveles anteriores a la crisis. En los próximos dos años parece que volverán a aumentar las tasas de desempleo juvenil históricamente bajas en América Septentrional y en Europa Septentrional, Meridional y Occidental.
A pesar de las señales positivas de los indicadores económicos y del mercado de trabajo a nivel mundial, los jóvenes muestran hoy signos de niveles crecientes de ansiedad sobre su futuro. Las encuestas destacadas en este informe indican que muchos jóvenes de hoy se sienten estresados por la pérdida de empleo y la estabilidad laboral, el estado de la economía, la falta de movilidad social entre generaciones y sus perspectivas de una eventual independencia financiera. Las percepciones de los jóvenes sobre el futuro, basadas o no en la realidad, desempeñan un papel importante en su bienestar personal y sus niveles de motivación, así como en la configuración de sus decisiones sobre su futuro educativo, laboral y compromiso cívico.
Con objeto de ayudar a aliviar las ansiedades de los jóvenes, las instituciones tendrán que guiarlos a través de las complejidades de las transiciones de la escuela al trabajo y de la juventud a la edad adulta.
Ayudar a los jóvenes a mantener vivas sus esperanzas debe convertirse en una misión compartida que implique a todos los segmentos de la sociedad.
Veinte años de Tendencias Mundiales del Empleo Juvenil. ¿Qué ha cambiado en las perspectivas del mercado de trabajo de los jóvenes?
El segundo capítulo de esta edición aniversario presenta las tendencias a más largo plazo del empleo juvenil desde principios del siglo xxi, examinando cómo ha cambiado con el tiempo el panorama que conecta las perspectivas de los jóvenes con los resultados del mercado de trabajo. Entre los temas destacados se encuentran la evolución (de haberla) hacia la consecución de puestos de trabajo decentes para los jóvenes, cómo ha cambiado la estructura sectorial de los puestos de trabajo para los jóvenes, los cambios en el nivel de estudios y los rendimientos de la educación, la creciente amenaza de los conflictos mundiales y la influencia cada vez mayor de los cambios demográficos en las perspectivas de empleo de los jóvenes.
Los jóvenes de la mayoría de las regiones no pueden encontrar un trabajo seguro, y sus posibilidades disminuyen a medida que disminuye el nivel de ingresos del país. En los países de ingreso bajo, solo uno de cada cinco adultos jóvenes de entre 25 y 29 años consigue encontrar un puesto de trabajo remunerado seguro (es decir, un puesto de trabajo con un empleador que paga y un contrato de más de un año de duración). Este panorama no ha cambiado mucho desde el comienzo del milenio, más allá de una ligera disminución de la proporción de jóvenes con un trabajo independiente y un aumento paralelo de la proporción de jóvenes que trabajan en puestos de trabajo temporales remunerados, básicamente pasando de una forma de trabajo precario (e informal) a otra.
La proporción de adultos jóvenes con un trabajo remunerado seguro es significativamente mayor en los países de ingreso alto (un 76 por ciento en 2023), pero incluso en esos casos se observa un aumento de la incidencia del trabajo temporal entre los jóvenes. Según la subregión, entre una quinta y una cuarta parte de los trabajadores jóvenes adultos tiene un trabajo temporal remunerado, porcentaje que ha ido aumentado. La tendencia mundial hacia la precarización de la mano de obra es fuente de creciente ansiedad entre los jóvenes que se esfuerzan por avanzar hacia la independencia económica y las siguientes etapas de la vida adulta.
A los jóvenes de África y los Estados Árabes todavía no les va bien.
Las tasas de desempleo juvenil siguen siendo muy elevadas en los Estados Árabes y África Septentrional.
En ambas subregiones, más de uno de cada tres jóvenes económicamente activos estaba desempleado en 2023. Si bien esto representa una mejora desde el año 2000 para África Septentrional, la tasa de desempleo juvenil en los Estados Árabes ha reflejado un aumento constante a lo largo de los dos decenios.
Al mismo tiempo, la relación empleo juvenil-población sigue siendo muy baja en las dos subregiones.
Menos de una de cada diez mujeres jóvenes y menos de uno de cada tres hombres jóvenes de las dos subregiones trabajan. Las tasas de empleo de hombres y mujeres jóvenes —sobre todo en el caso de estas últimas— son muy inferiores a las de otras regiones. Habida cuenta de que las dos subregiones también registran las tasas más elevadas del mundo de jóvenes que ni estudian, ni trabajan ni reciben formación, es obvio que muchos de los jóvenes que no trabajan tampoco están escolarizados.
En África Subsahariana, la principal preocupación no es el desempleo juvenil (que registra sistemáticamente tasas que se encuentran entre las más bajas del mundo, del 8,9 por ciento en 2023), ya que todavía son pocos los jóvenes que pueden permitirse renunciar a algún tipo de generación de ingresos mediante el trabajo. En 2023, al igual que a principios del decenio de 2000, casi tres de cada cuatro adultos jóvenes trabajadores de África Subsahariana tenían formas de trabajo inseguras; uno de cada tres trabajadores asalariados ganaba menos que el salario mediano, y más de uno de cada dos jóvenes trabajadores a duras penas se ganaba la vida en el sector agrícola. La presión demográfica está acuciando al continente: se estima que, entre 2023 y 2050, el crecimiento acumulado de la población activa joven se situará en 72,6 millones (con 3,3 millones de jóvenes más que se incorporarán al mercado de trabajo en África Septentrional).
La forma en que los países africanos crearán puestos de trabajo decentes para tantos jóvenes que se incorporarán al mercado de trabajo en los próximos decenios es motivo de preocupación en todo el mundo. Desde un punto de vista más positivo, el aumento de la población joven en África podría convertirse en el activo más valioso de la región de cara al futuro, ya que otras regiones del mundo se enfrentan al envejecimiento de su población y a la escasez de mano de obra.
Los desajustes educativos aumentan a medida que la oferta de jóvenes con estudios empieza a superar la oferta de puestos de trabajo para personas altamente cualificadas en los países de ingreso mediano.
En todo el mundo, los jóvenes de hoy tienen más oportunidades de seguir estudiando. En 2023, la proporción de la población joven mundial que participaba en algún tipo de escolarización o formación era del 48 por ciento, lo que supone un aumento significativo respecto a la proporción del 38 por ciento observada en 2000. El aumento de la participación en la educación se ha mantenido en todos los países excepto en los de ingreso bajo. Estos resultados van acompañados de una brecha creciente en los niveles de cualificación de los jóvenes adultos en los distintos grupos de países por nivel de ingreso.
El mayor acceso a la educación observado desde el comienzo del milenio se ha visto acompañado de una ligera disminución general de los beneficios de la educación, una situación que refleja en parte el lento progreso de la transformación estructural de las economías en proceso de desarrollo. La proporción de trabajadores jóvenes en el sector industrial ha ido creciendo ligeramente, pero la asignación sectorial del empleo juvenil fuera del sector agrícola ha sido predominantemente hacia la industria no manufacturera (principalmente la construcción) y hacia servicios tradicionales como el comercio, el transporte, la hostelería y la restauración. El ajuste estructural de las economías en desarrollo hacia sectores de mayor valor añadido ha sido lento, lo que significa que los jóvenes de los países en desarrollo siguen encontrando trabajo principalmente en ocupaciones que requieren cualificaciones bajas o intermedias.
Además, al ser limitado el número de puestos de trabajo disponibles que requieren cualificaciones más altas, la cola de los jóvenes con estudios que buscan trabajo es cada vez mayor. Para compensar la disminución de los beneficios de la educación superior, los países tendrán que prestar cada vez más atención a las políticas y programas que puedan impulsar la creación de puestos de trabajo para los jóvenes y a las políticas que apoyen la transición de los jóvenes al empleo productivo. Y es importante tener en cuenta que, a pesar de cierta ralentización de los beneficios de la educación superior, los jóvenes con estudios siguen teniendo muchas más posibilidades de salir de la economía informal, ganar salarios más altos y conseguir cierto grado de estabilidad laboral. En otras palabras, los beneficios sociales generales que conlleva el aumento de las inversiones en la educación y la formación de los jóvenes son más apreciables que nunca.
Dado que el número de conflictos en todo el mundo se ha duplicado desde 2010, los medios de vida (y las vidas) de 57 millones de jóvenes están en peligro.
El mundo actual es un lugar más conflictivo que hace veinte años, una situación que afecta mucho a los jóvenes, tanto si les atañe personalmente como si no. Según estimaciones de la OIT, la proporción de jóvenes que se esfuerzan por comenzar sus primeros años productivos en zonas afectadas por conflictos ha aumentado del 2,9 por ciento al 4,6 por ciento en los dos decenios transcurridos desde 2002. La falta de perspectivas laborales en las zonas de conflicto puede empujar a los jóvenes a emigrar o conducirlos hacia el extremismo.